A pesar de un poco de mal humor por el hermoso
día pegajoso, lluvioso, molesto y gris que me tocó, me subí al bus esperando
que el próximo destino sea un poco más simpático.
El viaje, igual de hermoso…
Ya los montes súper tupidos, con tanta vegetación
plantada, tan de escenario de obra de teatro de escuela primaria me aburrían…
Las dudas de si parar en Wanaka o seguir
derecho a Queenstown aparecieron. Que voy a hacer sola? Y si sigue lloviendo?
Cuántos días me voy a aguantar encerrada en un backpacker? Y si hace frío?
Cuánta estupidez!!! Si los planes cambian rotundamente de un momento a otro en
NZ, por qué no lo va a hacer el clima?
Wanaka me regalo uno de los atardeceres más
espectaculares que vi. Una mezcla de lago sureño con montañitas norteñas. Un
buen mix de nuestra hermosa tierra. Ni tan, ni muy. Ni tan hermoso lago como el
Nahuel Huapí, ni tan hermosas montañas como las de Purmamarca. Pero con un
cielo anaranjado inigualable, con un sol que tímidamente, luego de ahuyentar la
lluvia pretende descansar, enamorando al lago con una cálida caricia.
Buenos Aires… la palabra mágica para que otro
porteño se acerque a conversar del YO ME MI CONMIGO. Claro!! Somos argentos…
YYYYY?? Así, de casualidad, conocí a un argentino, que vino a visitar a una chilena,
con una francesa. Y con quienes luego de un día de caminatas, arquería y
disfrute del pequeño pueblo de Wanaka, emprenderemos la ruta a la cuidad de la
reina…
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