Wellington, la ventosa capital de Nueva Zelanda me encantó.
Y me extraña decir esto, porque en otro momento le hubiese escapado a la cuidad.
No se bien si fue su waterfront, lo relajada que estaba, o la hermosa compañía que tuve.
Caminar, charlar, comer, charlar, reír, charlar, dormir, charlar...
Un jardín botánico enorme.
Un museo interesante.
Un monte cautivante.
La rambla que te invita unos mates.
Y una compañía extrañable.
Si tuviese que elegir una cuidad para vivir, sin duda Wellington estaría en el Top 5...
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