jueves, 28 de marzo de 2013

Hecha en Latinoamérica. Hecha en Argentina


Los Latinos no tenemos nada que envidiarle a nadie, ni Europa, ni Asia, ni Oceanía. 
Incluso, tenemos otros ingredientes que nos hacen más sabrosos.
Tenemos tanto o más por qué ser orgullosos de nosotros mismos. Estamos curtidos.

Los colores de nuestros otoños y las floreadas primaveras.La alegría sin freno de estar entre amigos. Sonrisas excedidas por compartir. La música alegre.Los dulces bien dulces y los picantes bien calientes.

Tenemos mucho que aprender y mejorar todavía. Somos unos jovencitos, pero no unos niños. Jovencitos que tropezamos varias veces con la misma piedra, pero que debemos aprender de nuestras piedras, y de las piedras de los adultos. Ser joven no es ser ni más ni menos… es estar en el camino. 

De tanta gente que conocí en la vuelta, muchos argentinos, reacios de serlo, no quieren volver.

Yo sí.

Y vuelvo no solo porque extraño a mi gente. Vuelvo porque me gusta mi país y me gustan sus costumbres. Tengo muchas cosas por las cuales estar orgullosa, y tengo muchas otras que a veces me causan vergüenza, pero quien quiera cambiarlas y mejorarlas, tiene que hacerlo in situ, sino no cambian. Cambiar es involucrarse. Yo elijo involucrarme porque quiero estar más orgullosa.

Cambian las cosas…

Estando en medio del caos de la ciudad de Buenos Aires quería evadirlo huyendo a otro sitio. Realmente es un caos. Y realmente es una lindísima cuidad. Estando en medio de la infinita tranquilidad y quietud de los pueblitos y ciudades neozelandesas, extraño el empuje y la vibra que tiene el monstruo platense, que nunca duerme. ¿Seré una inconforme?

Veremos qué pasa a mi regreso… buscaré el equilibrio (como toda buena economista! je)

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