Miles de sensaciones: algunas maravillosas, otras escalofriantes
Viajar solo es una experiencia diferente a cualquier otra.
Los argentino sabemos muy bien el ser social. Nos criamos con una familia que
nos contiene, en la mayoría de los casos. Compartimos con amigos que más de uno
son para toda la vida, incondicionales. Nos gusta juntarnos, acompañarmos,
compartir. Tal vez sea por eso nuestro mate tan representativo.
Viajar solo es eso, soledad, pero también es sacar el
argentinismo de adentro y empatizar, sociabilizar con el mundo, darte a
conocer.
Tengo la alegría y la fortuna de tener unos maravillosos
padres, los mejores. Aquellos que supieron darme absolutamente todas las
herramientas para poder ser, y la libertad para crecer siendo.
Tengo una familia que me acogió y me acompaño en todo ello,
en mis idas y venidas. Mi hermana que con sus celos no hace mas que cuidarme y
quererme. Un hermano postizo que calmo aquellos celos y más de una vez fue esa
oreja que yo necesitaba. Mis abuelos, los cuatro, que me mal criaron y me
dieron todos los gustos, pero que con ello siempre que guiaron por el camino
correcto.
Tengo mi novio, mi compañero de aventuras, que con los
encuentros y desencuentros vamos creciendo y recorriendo juntos nuestra aventura,
quien sabe como calmar las ansias y tranquilizar mis nervios, darme valor para
enfrentar lo que tenga que venir y la frescura que me falta, y le sobra.
Mis amigos, esos que aprendí que son los contados con los
dedos, que están siempre, aunque no en cuerpo, si en alma… viejos, nuevos;
frecuentes, esporádicos… No los hace la cantidad, sino la calidad. Mi último
hallazgo fue una personita (y media) que me dio el empujón para venirme sola!!
;)
¿La distancia hace esto? ¿Recordar cada detalle de cada uno? ¿o será la soledad?
Al caso, qué más da… está bueno hacer un parate, irte lejos
y ver desde el otro lado del mundo la vida, o no?
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