viernes, 30 de noviembre de 2012

Arrancando la aventura


Miles de sensaciones: algunas maravillosas, otras escalofriantes

Viajar solo es una experiencia diferente a cualquier otra. Los argentino sabemos muy bien el ser social. Nos criamos con una familia que nos contiene, en la mayoría de los casos. Compartimos con amigos que más de uno son para toda la vida, incondicionales. Nos gusta juntarnos, acompañarmos, compartir. Tal vez sea por eso nuestro mate tan representativo.
Viajar solo es eso, soledad, pero también es sacar el argentinismo de adentro y empatizar, sociabilizar con el mundo, darte a conocer.
Tengo la alegría y la fortuna de tener unos maravillosos padres, los mejores. Aquellos que supieron darme absolutamente todas las herramientas para poder ser, y la libertad para crecer siendo.
Tengo una familia que me acogió y me acompaño en todo ello, en mis idas y venidas. Mi hermana que con sus celos no hace mas que cuidarme y quererme. Un hermano postizo que calmo aquellos celos y más de una vez fue esa oreja que yo necesitaba. Mis abuelos, los cuatro, que me mal criaron y me dieron todos los gustos, pero que con ello siempre que guiaron por el camino correcto.
Tengo mi novio, mi compañero de aventuras, que con los encuentros y desencuentros vamos creciendo y recorriendo juntos nuestra aventura, quien sabe como calmar las ansias y tranquilizar mis nervios, darme valor para enfrentar lo que tenga que venir y la frescura que me falta, y le sobra.
Mis amigos, esos que aprendí que son los contados con los dedos, que están siempre, aunque no en cuerpo, si en alma… viejos, nuevos; frecuentes, esporádicos… No los hace la cantidad, sino la calidad. Mi último hallazgo fue una personita (y media) que me dio el empujón para venirme sola!! ;)
¿La distancia hace esto?  ¿Recordar cada detalle de cada uno? ¿o será la soledad?
Al caso, qué más da… está bueno hacer un parate, irte lejos y ver desde el otro lado del mundo la vida, o no?

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