El tiempo pasa volando. Pasa y no espera. Pasa y mientras que uno se habitúa al nuevo ritmo de la vida, el tiempo se escurre entre las manos.
Parece mentira que hace un poquito más de dos meses cruzaba las puertas de Ezeiza para emprender una pequeña y gran aventura.
Hace tiempo que no escribo. Tiempo que dedique en habituarme a la vida de working holiday, durante el cual me fui instalando y "achanchando".
Desayunar, trabajar por la acomodación.
Almorzar, trabajar por la manutención del bronceado, entre otros.
Merendar, trabajar por los próximos destinos a conocer.
Cenar, y no trabajar!!
Así pasan los días, y los animales de costumbres nos vamos poniendo cómodos, muy cómodos en nuestras rutinas, que al ser rutinas, se vuelve aburridas al (muy) poco tiempo.
La contradicción de la comodidad del hábito y su fastidio.
Me aburrí, me cansé de la rutina. Me llegó la hora de volver a conocer, de dejarme llevar por nuevos vientos que encuentren otros rumbos. Puede que me depositen en nuevos destinos rutinarios. Esperemos que la magia de la espontaneidad me siga acompañando.
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